Vía El Mundo
Las aves marinas se orientan con el olfato. A esta conclusión ha llegado el equipo científico en el que han participado dos investigadores del CSIC, Emilio Hernández-García y Cristóbal López, en colaboración con biólogos y oceanógrafos franceses. El trabajo se ha publicado en la revista 'Proceedings' de la Academia Nacional de Ciencias estadounidense.
Los investigadores equiparon con radiotransmisores a un grupo de aves marinas, las llamadas aves fragatas o Fregata minor, que anidan en la isla de Europa, un islote a medio camino entre Madagascar y el continente africano, en el canal de Mozambique.
Descubrieron que estas aves en su búsqueda de alimento sobrevuelan diferentes estructuras del flujo oceánico como bordes de remolinos, chorros, frentes y formaciones alargadas parecidas a filamentos.
Y comprobaron que realizan las mismas rutas tanto de día como de noche, concluyendo que su sentido de la orientación no se relaciona con la vista, sino con el olfato.
Por otra parte, compararon las rutas de las 'fragatas' con datos de distintos satélites para relacionar su patrón de circulación con las estructuras del flujo en la superficie del océano Índico. Así vieron que las corrientes marinas dibujan 'carreteras' sobre el mar que estas aves siguen hasta dar con sus presas.
"Es curioso constatar cómo las aves han aprendido a identificar en el mar estos caminos que ahora sólo los científicos somos capaces de calcular mediante técnicas matemáticas basadas en la teoría del caos", señala Hernández-García.
Los remolinos oceánicos son frecuentados por predadores como las aves fragata, los atunes y las tortugas, pero hasta ahora no se había investigado el suceso debido a la dificultad que supone seguir a los remolinos y a estos animales.
Según Hernández-García, "dada la relación existente entre las zonas de pesca de las aves fragatas y la localización de los bancos de atunes, el trabajo no es sólo útil para entender mejor el comportamiento de las aves, sino para la localización y una mejor gestión de las pesquerías marinas".
Sin embargo, el trabajo aún no ha terminado. Los científicos todavía deben identificar los mecanismos por los que estas zonas de máxima deformación de la superficie oceánica transportan olores u organismos que las aves reconocen.
Una de las hipótesis que se están barajando y que deben demostrar es si el plancton que se acumula sobre esas líneas emite algún tipo de olor que estas aves detectan.
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