Las aves migratorias evolucionaron hasta reducir el tamaño de su cerebro respecto de las residentes, en un proceso realizado para ahorrar energía y afrontar sus viajes con mayores garantías, según un estudio.
La investigación, realizada por el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (Creaf), adscrito a la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), junto a científicos canadienses e ingleses y publicado en la revista 'PLoS One', parte de que el tamaño cerebral de pájaros residentes y migratorios es distinto. La novedad es que ahora se afirma que fue primero el proceso migratorio, y por tanto no fue el mayor tamaño de cerebro lo que hizo que unos se desplazaran y otros no.
El estudio, liderado por los investigadores del Creaf Daniel Sol y Núria Carcia, rebate la 'teoría del cerebro protector', según la cual un cerebro grande facilita la capacidad de aprendizaje de los individuos y ello les protege de los cambios del entorno. Según esta teoría, los pájaros que se quedan todo el año en el mismo lugar lo harían porque de entrada tenían un mayor cerebro y por tanto una mejor capacidad de adaptación que no les obligaba a migrar.
Los científicos, en cambio, lejos de defender que el tamaño del cerebro condiciona el estilo de vida, afirman que es el estilo de vida lo que condiciona el tamaño del cerebro. "El primer paso ha sido pasar de tener un estilo de vida residente a migrante, y el paso siguiente ha sido una reducción del tamaño del cerebro en las aves migratorias", concluye Sol.
Las conclusiones han sido posibles tras reconstruir la historia evolutiva de los pájaros paseriformes --uno de los grupos más numerosos y que se caracteriza por tener tres dedos hacia adelante y uno hacia atrás, lo que les facilita su sujeción a las ramas--, y analizar datos de 600 especies de este grupo, de regiones que van desde zonas árticas hasta los trópicos. Entre ellas, el Creaf analizó aves migratorias como las golondrinas, pero también sedentarias como los herrerillos y los cuervos.
El trabajo constata la hipótesis que sostiene que un cerebro grande no tiene porqué ser mejor, ya que consume más energía y puede resultar costoso para especies que deben hacer viajes muy largos y tienen poco tiempo para reproducirse. "En estas especies los comportamientos innatos pueden ser más útiles que los aprendidos", subraya el estudio.
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