Las ratas topo lampiñas, son una de las criaturas más curiosas de la naturaleza. Han evolucionado adaptándose al ambiente en el que viven deshaciéndose del molesto pelaje, y perdiendo totalmente la visión. Pero una de las curiosidades que más han llamado la atención de los científicos es que no desarrollan cáncer, nunca. Ahora los genetistas han descubierto por qué, algo que podría ayudar en la lucha humana contra el cáncer.
Al parecer, las ratas topo lampiñas tienen células que se suicidan con una proteína venenosa cuando se multiplican mucho, es decir, cuando aparece un cáncer que multiplica las células sin control.
Estos topos, son una especie de las ratas topo ciegas que viven bajo tierra en madrigueras toda su vida, razón por la que no necesitan la visión. Viven en el sur y este de África y en Medio Oriente, y son criaturas realmente fascinantes. La rata topo lampiña es el único mamífero que tiene sangre fría, no siente dolor, y también es el único mamífero que tiene una vida social parecida a la de los insectos, es decir, tienen una reina, cuidados cooperativos de las crías, castas estériles de trabajadores, y conviven muchas generaciones diferentes, ya que tienen una longevidad elevada.
Pero, como decíamos, lo que mas interesa es que son a prueba de cáncer. Ya se conocía desde el año pasado que tenían un gen que detenía a la formación de células. Otras especies de ratas topo tienen célula que están programadas para autodestruirse si es que se vuelven peligrosas. El equipo de Vera Gorbunova, de la Universidad de Rochester, descubrió que las células de las especies Spalax golani y Spalax judaei tenían un límite a la cantidad de veces que podían duplicarse, y ese límite parece ser de 20. Cuando llegaban a ese número morían. Pudieron notar que cuando llegaban a ese número, comenzaban a producir una proteína, IFN-β, que les causaba la muerte en menos de tres días.
En las ratas topo lampiñas, (Heterocephalus glaber), ocurre algo diferente. Sus células tienen una hipersensibilidad a la superpoblación, lo que hace que se detengan al multiplicarse mucho. Según los autores del estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, el hábitat de las ratas topo ciegas, casi por completo bajo tierra, puede haberles permitido que evolucionaran unas vidas longevas, lo que incluye desarrollar defensas eficientes contra el cáncer, uno de los problemas de los seres vivos que viven demasiado. Para un roedor, las ratas topo ciegas viven muchísimo, entre 20 y 30 años de edad.
Por ahora no se conoce el mecanismo que dispara la proteína suicida, pero conocer ese dato podría ser clave en las terapias para la lucha contra el cáncer en humanos.
Fuente: Wired
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