EFE
Al parecer los clásicos griegos aprendieron los rudimentos de la democracia observando a los peces, o al menos eso se podría inferir a la luz de un nuevo descubrimiento que demuestra que eligen a sus líderes por consenso.
Según un estudio publicado en la revista Current Biology, el pez espinoso, nombre científico Gasterosteus aculeatus, eligen a sus líderes por “votación” y cuanto más grandes y rechonchos, más posibilidades tienen.
El consenso se consigue siguiendo una "sencilla norma": unos cuantos peces eligen primero a los individuos que consideran que serán los mejores líderes y el resto secunda luego al grupo de seguidores más numeroso, dice David Sumpter, investigador de la Universidad de Uppsala, Suecia, y coautor del estudio.
Los primeros, para elegir, se fijan muy bien en algunas características del aspirante a líder, entre ellas, el peso, el tamaño, la tonalidad o la presencia de manchas en la piel.
Estas características, dicen los autores, reflejan cosas sobre las aptitudes y el estado de salud de los candidatos. Por ejemplo, una barriga oronda podría indicar que el aspirante no tiene problemas para conseguir comida, mientras que una piel moteada podría ser un signo de infección.
El experimento, dirigido por Ashley Ward, de la Universidad de Sydney (Australia), consistió en ver qué hacían uno, dos, cuatro u ocho peces cuando tenían que elegir entre dos peces iguales pero con alguna característica que hiciera a uno de ellos más atractivo (según esos criterios de "belleza" para peces).
Así, los investigadores han descubierto que cuantos más peces deciden, más probabilidad hay de que la elección sea la acertada. En la mayoría de los ensayos que realizaron todos o casi todos los individuos seguían al líder más atractivo, aunque también se dieron casos en que todos o casi todos se equivocaron, señalan los autores.
Pensarán algunos que el pez espinoso tiene un criterio muy pobre, pero lo cierto es que este fenómeno también se da entre los humanos. Un buen ejemplo es lo que ocurre en el mercado de valores, apunta Sumpter, en la que muchos corredores son incapaces de hacer su propia evaluación y, presos del pánico, venden porque el resto lo hace.
"En estos casos, este comportamiento parece de algún modo irracional. Pero en muchos escenarios, tal conducta es perfectamente racional. Ver qué hacen los demás y copiarse si hay mucha gente que parece hacer lo mismo es, en general, una buena estrategia", dice el investigador.
La idea de que en ocasiones nos podemos dejar llevar por la multitud, aún a costa de equivocarnos, no es nueva. Un "ejemplo clásico" que ilustra hasta qué punto la presión social nos afecta es el experimento de conformidad de Asch, publicado en los años 50, menciona Sumpter a Efe.
El experimento, diseñado por el psicólogo norteamericano Solomon Asch, consistió en comprobar cómo influían las opiniones de los miembros de un grupo sobre un individuo, en relación a cosas tan sencillas como decir, por ejemplo, si dos líneas tenían o no la misma longitud.
Hasta el 75% de los participantes se unieron al consenso (premeditadamente equivocado) dando voluntariamente una respuesta errónea en al menos una de las preguntas.