El mes último, más de 200 especialistas reunidos en el Primer Foro de Ciencia Canina, en Hungría, discutieron, entre otras cosas, qué ocurre en la mente de un perro. Aunque todavía se encuentran a cierta distancia de poder describir el universo mental de los perros, su trabajo está dejando en claro que nuestra inclinación a otorgarles estados mentales humanos no es tan poco científica como parecería. Los perros, realmente, tienen algunas capacidades mentales notables que les permiten manejarse en su extraño hábitat: nuestro mundo.
Los perros domésticos evolucionaron de los lobos hace alrededor de 10.000 años. Como sus cerebros se encogieron cerca del 10%, los especialistas en comportamiento animal creían que los perros eran lobos tontos. Sin embargo, cada vez resulta más claro que los miles de años que transcurrieron junto al ser humano han tenido un efecto llamativo en las capacidades cognitivas de los perros.
Los investigadores están convencidos de que los perros deben de poseer algún sentido de lo bueno y lo malo para negociar en el complejo mundo social de las personas. Un pionero en esta cuestión es Marc Bekoff, de la Universidad de Colorado en Boulder, que ha pasado décadas observando el juego de los animales. El sugiere que en muchas especies sociales, como la canina, una de las funciones del juego es desarrollar un rudimentario sentido de la moralidad.
El hecho de que raramente llegan a la pelea real muestra que los animales se rigen por una serie de reglas y esperan que los demás hagan lo mismo. Bekoff afirma que se trata de una adaptación que les permite manejarse frente a otras interacciones sociales. Friederike Range, de la Universidad de Viena, Austria, lleva el concepto de moralidad canina incluso más lejos.
En una serie de experimentos, su equipo recompensó a los perros con comida si levantaban una pata. Descubrieron que cuando a un perro que estaba sólo le pedían que levantara la pata y no le daban el alimento, perseveraba durante 30 repeticiones. Sin embargo, si la prueba incluía a dos perros, pero sólo recompensaban a uno, el que perdía montaba un gran espectáculo y dejaba de cooperar después de sólo algunas repeticiones. "Los perros muestran una gran aversión a la inequidad", dice Range.
Los perros, obviamente, no tienen un lenguaje complejo, pero ladran. Para Péter Pongrácz, de la Universidad Eötvös Loránd, de Budapest, es un lenguaje que evolucionó para permitirles comunicarse con nosotros. Pongrácz y sus colegas reunieron pruebas de que los ladridos contienen información que la gente puede entender. Hay diversos estudios que demuestran que incluso personas y niños que nunca han tenido mascotas pueden reconocer el significado "emocional" de los ladridos.
La voz de un extraño
Los perros no sólo nos "hablan", sino que también pueden entender algunos aspectos de la comunicación humana. Durante el foro en Budapest, Akiko Takaoka, de la Universidad de Kyoto, en Japón, comentó un trabajo que trata de lo que pasa dentro de la cabeza canina cuando oye la voz de un extraño.
Ella les hacía escuchar una serie de grabaciones de hombres y mujeres, y cada una de las voces era seguida por una foto de una cara en una pantalla. Si el tipo de cara no concordaba con el de voz, los perros la examinaban durante más tiempo, lo que muestra que violaba sus expectativas.
"Esto sugiere que los perros pueden generar representaciones visuales internas de un hombre o una mujer, dependiendo de una voz", propone Takaoka. Esto es similar a lo que hacemos cuando adivinamos la edad, el sexo o el estado de ánimo de un extraño a partir de su forma de caminar para después usar esta información como base de nuestras interacciones con esta persona.
"Los perros identifican los comportamientos comunicativos humanos como los niños", dice Jószef Topál, de la Academia Húngara de Ciencias. De hecho, cree que ésta no es la única similitud entre perros y niños. Sostiene que la evolución moldeó la mente canina para mantener interacciones sociales con muchos puntos de contacto con la nuestra.
El primer paso de la socialización para un bebe es que se apega a la persona que lo cuida; sabemos que los perros hacen lo mismo con sus dueños. Por ejemplo, exploran una habitación extraña si su dueño está presente, pero se vuelven ansiosos y tímidos si éste se marcha. Este patrón de comportamiento es común entre los bebes y sus cuidadores primarios.
Topál ahora está interesado en el siguientes paso de la socialización humana: la pedagogía, forma especializada de aprender. Los animales en general, incluidos los monos, aprenden por emulación, observando a otros hacer algo, para después copiarlo sin preparación y conseguir el mismo resultado. Nosotros, sin embargo, somos los únicos capaces de imitaciones exactas. Esta es la característica definitoria de la pedagogía que se da espontáneamente entre niños y adultos.
Pedagogía canina
La pedagogía comienza cuando el profesor emplea contacto visual, gestos y vocalizaciones para dirigir la atención del alumno. Los perros, únicos entre los animales, toman el papel de este último. Topál cree que estas marcas para prestar atención desencadenan actitudes receptivas en los perros que son comparables con el aprendizaje pedagógico en humanos.
Ludwig Huber y sus colegas de la Universidad de Viena, en Austria, llevaron adelante experimentos que apoyan esta teoría. Basaron su trabajo en un experimento de pedagogía clásico durante el cual un instructor enseña a un bebe cómo apagar una luz usando su frente. En una de las versiones de la demostración, el maestro tiene sus manos sobre la mesa, mientras que en la segunda tiene un chal alrededor de su cuerpo que le impide el uso de sus manos.
Cuando los bebes del primer grupo apagan la luz lo hacen con sus cabezas, pero los del segundo, lo hacen con sus manos. La interpretación aceptada es que los integrantes del primer grupo suponen que debe haber alguna razón buena, pero no obvia para utilizar el método de la frente porque sino el instructor hubiese utilizado sus manos. Huber observó que los perros hacen exactamente lo mismo.
En un experimento en el que debían accionar un palanca para obtener un premio, la elección estándar era utilizar sus bocas. Lo hacían de esta manera incluso después de que un perro instructor lo hiciese con la pata, pero sólo si tenía una pelota en su boca. Si seguía usando su pata cuando podría haber usado su boca copiaban la acción tal cual.
Estos descubrimientos muestran que los perros tienen aunque sea una rudimentaria teoría de la mente, capacidad que nos permite entender los deseos, motivaciones e intenciones de los otros. Se sabe que un par de especies, los grandes primates incluidos, son capaces de esto. Sin embargo, es una característica reservada sólo para las más inteligentes. Esto pone a los perros en los círculos intelectuales más elevados.
Los primeros estudios de la psicología canina fueron los de Pavlov, pero incluso hasta hace unos años la idea de que los perros podían tener una teoría de la mente seguía siendo descartada. Sin embargo, el mundo interior del perro está empezando a ser muy similar al nuestro. Tal vez tendríamos que sentirnos culpables de no habernos dado cuenta antes.
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